21/04/2025 strategic-culture.su  5min 🇪🇸 #275563

El regreso del gran garrote y los tambores de la guerra mundial

Eduardo Vasco

A la hora de la verdad, la gran solución para los problemas actuales e históricos de EE.UU. y Europa no será otra que la guerra mundial para la preservación de su sistema, como en 1914 y en 1939.

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El período que va de 1898 a 1945 contempla el crecimiento y la consolidación del imperialismo estadounidense y su hegemonía global. La intensa y frenética industrialización de Estados Unidos, asegurada a partir de la unificación posterior a la guerra civil, con la construcción de los ferrocarriles, la formación de los monopolios industriales y su fusión con el capital bancario, revelaron al mundo aquel gran coloso económico.

Este desarrollo formidable de las fuerzas productivas generó la necesidad histórica de la expansión imperialista sobre los mercados de todo el mundo. Pero también fue una expansión colonial. La burguesía estadounidense subyugó a la europea, comenzando por España, uno de los primeros imperios coloniales surgidos con el nacimiento de las relaciones capitalistas. La evolución del imperialismo estadounidense se completó con la sujeción del imperio japonés, uno de los últimos en alcanzar el pleno desarrollo capitalista.

Como se sabe, los acontecimientos de este período fueron síntomas y consecuencias de las dos guerras mundiales. Dos de los personajes clave en esta conquista del imperialismo estadounidense fueron los parientes Theodore y Franklin D. Roosevelt. Con sus idiosincrasias, representaron el mismo fenómeno: la obligación imperiosa de expansión y dominio del capital estadounidense sobre el mundo entero. En este sentido, a pesar de la demagogia de la "buena vecindad", Franklin terminó copiando la práctica del "gran garrote" de Theodore.

Ahora, ese dominio está en su punto más bajo. La tendencia no es que sea retomado, sino superado. Pero Estados Unidos no puede aceptar su propio declive con los brazos cruzados. Ante la crisis histórica en la que el capitalismo mundial, bajo su liderazgo, se encuentra, es necesario retomar la vieja política del gran garrote.

Y esta política, contrario a lo que algunos puedan pensar, no lleva consigo ninguna contradicción con el proteccionismo económico. El libre comercio es la explotación de otras naciones bajo la fachada de la buena vecindad o la coexistencia pacífica, aunque también recurra a la fuerza bruta cuando sea necesario. El proteccionismo, al anular el libre comercio, no elimina la necesidad de dicha explotación. Después de todo, ni siquiera un país populoso y con vastos recursos naturales como Estados Unidos tiene condiciones para caminar íntegramente sobre sus propias piernas. Sobre todo si las fuerzas productivas de ese país están tan desarrolladas que las fronteras del Estado-nación ya no las contienen.

Así, las tarifas de Donald Trump vienen acompañadas de amenazas militares a otros países. Los panameños tuvieron que cancelar la asociación con la Nueva Ruta de la Seda, y dos terminales portuarios chinos podrían pasar a otras manos, al mismo tiempo que los buques de guerra estadounidenses tendrán paso libre. Todo esto, después de que Trump amenazara con tomar nuevamente el Canal de Panamá, incluso por la fuerza.

El drama de Groenlandia también corre el riesgo de tener un desenlace violento. La posesión danesa guarda recursos minerales necesarios para hacer a América grande nuevamente, además de estar estratégicamente ubicada desde el punto de vista militar y comercial, en el extremo occidental de la nueva ruta del Ártico.

Ni siquiera medidas aparentemente inocentes deben ser despreciadas. Trump no renombró el Golfo de México por romanticismo nacionalista. Las áreas pertenecientes a México y Cuba contienen reservas inexploradas de petróleo y gas natural, preciosísimas para el auge económico que el republicano quiere impulsar en su país. Considerar aquellas aguas como propiedad de Estados Unidos sería un paso hacia la concreción de los objetivos anunciados hace pocos meses por Trump: ¡perforar, perforar, perforar!

La ExxonMobil prácticamente ya ha colonizado Guyana. Controla su economía y su política interna y externa. Marco Rubio dejó claro, sin rodeos, en una reciente visita, que Estados Unidos intervendrá militarmente para proteger la explotación petrolera de la compañía estadounidense si esta es amenazada-especialmente por Venezuela. Una hipotética intervención militar directa de EE.UU. no solo aseguraría el petróleo guyanés, sino que también llevaría a la desestabilización y posible caída del gobierno venezolano, dueño de las mayores reservas de petróleo del mundo. Claro está, tal intervención también representaría un peligro elevadísimo para Brasil y toda América del Sur y Latina-que el Pentágono desea públicamente alejar de China, y ninguna solución puede ser descartada.

Desde que invadieron y se apoderaron de una parte del territorio sirio, Estados Unidos literalmente roba petróleo de ese país. Es difícil encontrar un caso similar en cualquier momento de la historia reciente. Y las actividades, en general, están a todo vapor y sin ningún inconveniente. Ni la guerra fratricida ni el Eje de la Resistencia han logrado impedir este asalto a plena luz del día. Ahora, algo parecido podría ocurrir en Ucrania, pero, a diferencia de Siria, que no dio permiso a EE.UU., Vladimir Zelensky ya tiene en sus manos la propuesta de entregar minerales y tierras raras como compensación retroactiva por la ayuda militar.

Estados Unidos busca retomar una política industrial como salida a la crisis, que no cesa desde 2008. El camino señalado por Europa tiende a ser seguido por los estadounidenses: la industrialización basada en el rearme. La relativa desventaja de EE.UU. con respecto a China no es solo económica, y con respecto a Rusia no es solo de influencia en los países pobres. En muchos aspectos, la industria bélica estadounidense está desfasada. Para alcanzar su objetivo de industrialización, Trump tendrá que apostar por la industria de la guerra. Y la industria de la guerra, como toda industria, busca el lucro. Por lo tanto, los intereses de los diferentes y poderosos sectores económicos de EE.UU.-como los de Europa-tienden a coincidir en que, a la hora de la verdad, la gran solución para sus problemas actuales e históricos no será otra que la guerra mundial para la preservación de su sistema, como en 1914 y en 1939.

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