Steve Taylor (*)
Si ha recibido ambas vacunas COVID, es posible que haya sufrido algunos efectos secundarios, tal vez dolores de cabeza, fatiga, fiebre o dolor en el brazo. Estos efectos son causados principalmente por la reacción de su sistema inmunológico a la vacuna. Pero la mayoría de los científicos están de acuerdo en que existe otra causa: la mente humana.
La capacidad de la mente para generar los síntomas de la enfermedad se conoce como efecto «nocebo». El efecto nocebo es el hermano gemelo impopular del efecto placebo. Mientras que el efecto placebo alivia el dolor y los síntomas de la enfermedad, el efecto nocebo hace lo contrario: genera dolor y síntomas.
Un estudio de 2018 descubrió que casi la mitad de los participantes en los ensayos con placebo experimentan efectos secundarios, a pesar de que están tomando sustancias inertes.
Hubo un hallazgo similar en el primer ensayo importante de la vacuna Pfizer COVID en 2020. En el grupo de placebo, que no recibió la vacuna, entre un cuarto y un tercio de las personas informaron fatiga, mientras que un número similar informó padecer dolores de cabeza y alrededor de 10 % informó dolor muscular.
De hecho, Martin Michaelis y Mark Wass, biocientíficos de la Universidad de Kent, sugirieron recientemente que "para algunas personas vacunadas, el conocimiento de que han sido vacunadas puede ser suficiente para generar efectos secundarios".
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Tu cerebro en placebos
A diferencia de su impopular hermano, el efecto placebo es tan conocido que necesita poca presentación. Pero en muchos sentidos, el efecto placebo se ha vuelto tan familiar que es fácil olvidar lo extraño que es en realidad. Es extraño que el alivio del dolor y la curación puedan tener lugar sin un tratamiento real. Y esos poderosos efectos fisiológicos positivos pueden ocurrir sin ninguna intervención fisiológica real.
La investigación ha demostrado que una amplia gama de condiciones diferentes se beneficia de los placebos. Esto incluye acné, enfermedad de Crohn, epilepsia, úlceras, esclerosis múltiple, reumatismo, enfermedad de Parkinson y colitis. Un estudio reciente también descubrió que los placebos tenían un efecto muy significativo sobre la disfunción eréctil.
Las comparaciones de placebos con antidepresivos sugieren que el efecto placebo puede desempeñar un papel importante en el tratamiento de la depresión. Un estudio de 2008 no encontró diferencias significativas entre los principales antidepresivos y placebos. En un estudio de 2018, a los antidepresivos les fue un poco mejor, pero se descubrió que su efecto solo era «en su mayoría modesto» en comparación con los placebos.
Todo esto no es simplemente una cuestión de sugestión o delirio: ocurren cambios fisiológicos reales y mensurables. Los estudios han encontrado que, cuando se toman como analgésicos, los placebos disminuyen la actividad neurológica relacionada con el dolor y utilizan muchos de los mismos neurotransmisores y vías neurales que los opioides. De manera similar, los investigadores han descubierto que, cuando los toman las personas con la enfermedad de Parkinson, los placebos pueden estimular la liberación de dopamina, lo que reduce los síntomas de la afección.
Control mental y consciencia
Los científicos que investigan los placebos han descubierto que algunos factores, como la expectativa de tratamiento, los diferentes tipos de personalidad y la relación médico-paciente, pueden influir en sus efectos.
También sabemos que los placebos pueden activar vías de recompensa en el cerebro y aumentar los niveles de actividad de opioides y dopamina. Dicho esto, las causas subyacentes del efecto placebo siguen siendo misteriosas.
Sin embargo, quizás los efectos del nocebo y del placebo solo parezcan misteriosos porque los miramos desde la perspectiva incorrecta. Y con esto, quiero decir que tal vez si consideramos una visión alternativa de la consciencia, el efecto placebo y nocebo podría comenzar a tener más sentido.
El cerebro y la mente
En la cultura occidental moderna, la mente suele verse como un subproducto del cerebro, una especie de sombra proyectada por los procesos neurológicos. Se cree que los fenómenos mentales como pensamientos, recuerdos y sentimientos son producidos por la actividad cerebral.
Si tenemos problemas psicológicos, se cree que se deben a desequilibrios neurológicos que pueden corregirse con medicamentos. Pero si esta suposición es correcta, ¿cómo es posible que los procesos mentales influyan tanto en el cuerpo como en el cerebro de una manera tan poderosa?
De hecho, las dificultades para explicar la consciencia puramente en términos de procesos cerebrales se han vuelto tan agudas que algunos filósofos y científicos han adoptado una visión alternativa: que la consciencia no es un producto directo del cerebro, sino una cualidad universal fundamental, como la masa o la gravedad.
Esto es algo que explico en mi libro reciente, Ciencia espiritual, y es una visión que ha sido adoptada por algunos filósofos contemporáneos, incluidos David Chalmers y Thomas Nagel. Chalmers sugiere que la consciencia «no parece derivarse de las leyes físicas» y cree que podría «considerarse una característica fundamental, irreductible a algo más básico». Nagel también sugiere que la «mente no es solo una ocurrencia tardía, un accidente o un complemento, sino un aspecto básico de la naturaleza».
Cualidad básica
Otros científicos y filósofos, como 𝕏 Christof Koch y Phillip Goff, han adoptado teorías similares, que sugieren que la mente o la consciencia es una cualidad básica de las partículas materiales.
Estos enfoques aún no son ampliamente aceptados y deberían reunir más evidencia para respaldarlos. Y hay algunas cuestiones difíciles que deben abordarse: por ejemplo, si la consciencia es una cualidad fundamental, ¿cómo termina en seres conscientes individuales como nosotros? O, si la consciencia existe en partículas de materia, ¿cómo se combina la consciencia de esas partículas para producir entidades conscientes más grandes como los seres humanos?
Los científicos más convencionales todavía esperan que se encuentre una explicación neurológica de la consciencia, que ayude a arrojar algo de luz sobre fenómenos "deshonestos" como los efectos nocebo y placebo.
Pero asumir la idea filosófica de la consciencia como algo fundamental podría sugerir que la mente es de alguna manera más poderosa que el cerebro y el cuerpo, y por lo tanto, podría influir en este último de manera profunda, y ayudar a explicar algún día por qué las píldoras de placebo pueden provocar cambios fisiológicos y neurológicos reales en muchas personas.
(*) Steve Taylor es profesor titular de psicología en la Universidad de Leeds Beckett en el Reino Unido. Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Se reproduce con autorización.
Foto superior: Zulmaury Saavedra, Unplash.