Raphael Machado
Desde al menos el inicio de la operación militar especial rusa en Ucrania, uno de los eventos internacionales más esperados año tras año ha sido la Cumbre de los BRICS. Y es fácil entender por qué.
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La plataforma de los BRICS fue creada en 2009 sin muchas pretensiones. Era solo un proyecto de multilateralismo económico que acercaba a países emergentes con el fin de coordinar inversiones, ampliar intercambios comerciales y facilitar relaciones diplomáticas. Sus protagonistas eran Brasil, Rusia, India y China, con Sudáfrica uniéndose poco después.
Sin embargo, numerosos problemas internos en cada país permitían afirmar que la plataforma había estancado alrededor de 2016, con muy pocas novedades o desarrollos interesantes vinculados al proyecto en los años siguientes, hasta el giro geopolítico de 2022.
El impulso visto a partir de la Cumbre de los BRICS 2022, celebrada en Pekín, debe interpretarse a la luz de la necesidad de una plataforma geopolítica que sirviera como herramienta para realizar reformas profundas en el sistema internacional. La instrumentalización de Ucrania por Occidente para imponer un cerco a Rusia, la condena de Putin en la CPI, el aplastante régimen de sanciones económicas, la sumisión de todas las instituciones y organizaciones internacionales -bloques de construcción de la unipolaridad- a la rusofobia, y una serie de otros factores dejaron claro para Moscú que la multipolaridad debía dejar de ser un eslogan para convertirse en una realidad concreta.
En la Cumbre de los BRICS 2022, por tanto, comenzó el proyecto de desdolarización, con el anuncio de la búsqueda de una nueva "moneda de reserva" para ser utilizada por los BRICS en su comercio internacional. En la Cumbre de los BRICS 2023, por su parte, además de algunos pequeños avances en el debate sobre la desdolarización, se extendieron invitaciones a Argentina, Irán, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos para unirse como miembros plenos (aunque solo Irán, Egipto, Etiopía y los EAU aceptaron). No obstante, más de 60 países participaron en el evento, y se informó que una veintena de ellos habrían solicitado ingresar a los BRICS.
En 2024, se presentó públicamente el BRICS Pay como mecanismo de pagos internacionales independiente de SWIFT, se avanzó en la discusión sobre un sistema de liquidación y depósito entre los países del bloque, y se creó la categoría de "socio de los BRICS", con Argelia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Indonesia, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam uniéndose a esta categoría.
La misma Indonesia, por su parte, se unió como miembro pleno de los BRICS poco después, en enero de 2025.
En este sentido, ¿qué novedades trajo la Cumbre de los BRICS 2025?
Un primer problema, ya señalado en otros textos, es que el gobierno brasileño tomó la desafortunada decisión de realizar la cumbre a mediados de año, en lugar de hacerlo a finales, como era tradicional. Con ello, efectivamente, hubo menos tiempo para avanzar en las direcciones señaladas en la Cumbre de los BRICS 2024.
El gobierno brasileño tomó esta decisión para priorizar la COP30, dado que el discurso liberal-ambiental ocupa un lugar central en su cosmovisión actual. Esto quedó evidenciado en la propia Cumbre de los BRICS 2025, donde Lula hizo todo lo posible por dirigir el debate hacia temas ambientales y alejarlo de cuestiones políticas y económicas más concretas. Así, por ejemplo, la Cumbre solicitó un billón de dólares para financiar la transición energética, algo que difícilmente ocurrirá. Como sabemos, esta agenda -especialmente en lo que respecta a la descarbonización- a veces adquiere matices misántropos cuando la preocupación genérica por el "medio ambiente" se antepone a los intereses nacionales y al bienestar de los pueblos.
El presidente Lula también aprovechó su papel central como anfitrión de los BRICS este año para abogar por la integración del G20 en los BRICS, una idea evidentemente destinada al fracaso y claramente equivocada. La plataforma de los BRICS fue creada precisamente para construir alternativas de desarrollo distintas a las disponibles en el sistema internacional occidentalizado, y se convirtió en una herramienta de reestructuración de ese sistema a partir de 2022. El G20, aunque incluye a muchos países de los BRICS, es parte del propio establishment internacional contemporáneo. Pero la "sugerencia" de Lula da testimonio de su temor a que los BRICS se conviertan en una estructura geopolítica antioccidental, mientras que él, ideológicamente, se siente más cercano al Partido Demócrata de EE.UU. y a Emmanuel Macron que a la mayoría de los líderes de los países BRICS.
En el ámbito económico, hubo nuevas propuestas interesantes, pero pocos avances concretos, excepto por la creación de un fondo de garantía vinculado al Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) para fomentar inversiones privadas en los países miembros. En este sentido, destacó la contribución de la delegación rusa, especialmente los comentarios del ministro de Finanzas, Anton Siluanov, sobre la posibilidad de que el NBD también se utilice para liquidaciones entre países miembros, así como los planes para una agencia de calificación crediticia de los BRICS. Sin embargo, la agenda de desdolarización parece haber avanzado poco, quizás debido a la presión de EE.UU. bajo Trump.
Lamentablemente, el proyecto de expansión de los BRICS tampoco parece haber progresado. No se admitió a ningún nuevo país como miembro pleno (recordemos que Indonesia fue aceptada a principios de año), ni siquiera como socio. Al respecto, es importante recordar (o informar a quienes no lo sabían) que Brasil ha sido uno de los principales críticos de la expansión de los BRICS, por temor a perder relevancia en la plataforma. En este sentido, el veto al ingreso de Venezuela no fue solo un gesto ideológico liberal-democrático en sintonía con EE.UU., sino también un bloqueo a un país considerado geopolíticamente influyente, aunque más débil. Fuentes internas también indican que Brasil estaba bloqueando el ingreso de Bielorrusia, y que la creación de la categoría intermedia de "socio" fue precisamente para conciliar la posición antiexpansionista brasileña con los esfuerzos de otros sectores por ampliar la plataforma.
Por otro lado, un fenómeno que merece mención positiva es la multiplicación de iniciativas ciudadanas completamente autónomas, pero vinculadas a los BRICS, con la realización de numerosos foros y eventos sectoriales surgidos de esfuerzos de la sociedad civil, en paralelo a los eventos principales de la Cumbre.
En resumen, naturalmente los países de los BRICS no han estado "inactivos" desde la Cumbre de Kazán, pero claramente la Cumbre de Río de Janeiro pareció más un interludio, destinado a reforzar y continuar las cumbres anteriores más revolucionarias, que un avance significativo.
La próxima Cumbre, bajo la sede de India, probablemente tendrá un año y medio de preparación (si se realiza a finales de año, como es tradicional), y esperamos mayores avances en la construcción de mecanismos capaces de facilitar el advenimiento de un nuevo orden mundial multipolar.